Aquel ave llevaba soñando con el día en que sus alas se estiraran, empezaran a agitarse y le hicieran volar, como hacía su madre. Ahora era el momento, ya era mayor, pero sus alas no eran blancas como las de su madre, eran negras, y no era capaz de agitarlas. Aún debo ser pequeño, pensó, debo esperar. Pobre ave, no era la edad, era el petróleo.
miércoles, 25 de agosto de 2010
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