Hablando el otro día sobre la indignación que nos produce a los pobres ciudadanos el mangoneo generalizado en la cosa pública ya sea a base de trajes, bolsos, aeropuertos, subvenciones agrarias que nunca llegan al agro, concursos que se conceden a sociedades fraudulentas para que se lucren yernos del rey, palacetes con escobillas de water de 400€, me contaba mi madre un caso sucedido en nuestro propio municipio, qué digo, en nuestro propio barrio:
Un vecino decidió transformar lo que había sido la casa familiar, que había heredado, en un edificio de tres pisos independientes. Estas obras, al parecer, afectaron al bar situado en el bajo del edificio anexo: los temblores debido a las obras, entre otros desperfectos, habían supuestamente hecho caer varias botellas. El propietario de la casa, sin poner en duda la palabra del hostelero le rogó que le enviase la factura: el "destino funesto" quiso que precisamente de todas las botellas del bar, se hubiesen caído las botellas de Chivas de 20 años,las más caras del arsenal (qué casualidad): Este amable tendero también propietario de un ultramarinos solía endosar un par de botellas de aceite caducadas en las cajas que por navidad era costumbre enviar a los hijos (pues nuestras abuelas eran mujeres prácticas que no entendían la utilidad de cestas de jamones y confituras). Sabía que tratándose de un regalo, la gente no amargaría a su madre ya mayor, protestando por un par de botellas (si es que llegaban a darse cuenta).
Pues la anécdota no acaba aquí: la propietaria de la tienda anexa por el otro lado a la casa reformada también declaró que un temblor debido a las obras había deteriorado una pieza de cristal, que ahora estaba rajada y sería imposible de vender. El propietario una vez más pagó sin rechistar la pieza, efectivamente, muy cara. Unos meses después (la mentira tiene patas cortas), una amiga de su mujer al enterarse del caso les contó cómo antes de las obras, ella se había fijado en la bonita pieza de cristal, pero que no la adquirió, además de por su precio, porque ya entonces tenía una fina raja casi imperceptible, pero que efectivamente haría imposible su venta, como ella misma señaló a la propietaria de la tienda.
En el entorno laboral de mi padre, en una empresa que se dedica a la fontanería con una flota de furgonetas propia, descubrieron que algunos de los empleados, como trabajaban en la misma zona, dejaban una furgoneta de la empresa en casa y compartían la otra haciéndose de chófer el uno al otro: declaraban que les había llevado más tiempo del real llegar a las averías y cobraban a la empresa tanto el combustible real del vehículo utilizado como el combustible ficticio del vehículo que no se había movido, que se repartían. Lo más "simpático" de esto es que dicha empresa era una cooperativa.
Podría estar dando casos y casos, y estoy seguro de que cualquiera que lea esto podría dar otros tantos sucedidos en su entorno.
¿Qué porcentaje de españoles hay que de despertar un día siendo eurodiputado, renunciaría por conciencia a las absurdas prebendas del título incluídas las dietas de miles de euros y los vuelos en clase business? ¿cuántos renunciarían por conciencia a un jugoso sueldo vitalicio?
Cuando los indignados de 15M gritaban aquello de "No nos representan", ¿en qué porcentaje acertaban y en cuál se equivocaban? Hay un dicho que reza "cada pueblo tiene los gobernantes que merece".
Así pues, en otras palabras, ¿esto tiene arreglo?
lunes, 30 de enero de 2012
¿Tiene esto remedio?
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Y ésto lo ha escrito... tekilita
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